miércoles, 4 de febrero de 2015

Recuerdo de un Día de mi Juventud (a propósito del 12 de febrero de 1.814)

 Recuerdo de un Día de mi Juventud (a propósito del 12 de febrero de 1.814)
Gustavo Medina Aguillón

En 1.973 en el mes de febrero, tenía yo recién 13 años, y por razones que no vienen al caso vivíamos en Barcelona, España; estábamos residenciados en un viejo y bello apartamento en una calle cercana al barrio gótico y dos o tres veces por semana acudíamos a una hermosa taberna rústica, ubicada en un rincón bien escondido del barrio gótico.

Era un lugar más bien pequeño, pero con una amplia barra y tres o cuatro mesones de madera gruesa, con bancos, no había sillas. El lugar era frecuentado por universitarios, y era atendido por su propio dueño, un gigantón rubicundo, de aspecto hosco y espesa barba, que hablaba el español con un acento muy particular y con gran destreza para atender mesas y barra. Su nombre era Pablo y tras su aspecto rudo y fuerte, habitaba un ser muy especial: Pablo era un hombre culto, o más bien cultísimo!, hablaba con cualquiera sobre filosofía, historia, arte, gastronomía, cine, mitología griega, periodismo, medicina y hasta de “ciencias ocultas”, también le encantaba la política, pero era la época del Generalísimo Francisco Franco Vaamonde, “caudillo de España por la gracia de Dios”…Hablar de política-mucho más en un bar o taberna-era un acto temerario, por decir lo menos…

A mi papá le encantaba el lugar, no sólo por su aspecto de antigua taberna de marineros, que hacía pensar en viejas historias de mar y de piratas, sino por la presencia constante de estudiantes y profesores que departían sanamente, en un ambiente un poco ruidoso pero no estridente; además, servían cerveza de sifón o “lisas” como le decimos en Venezuela, aunado a unos deliciosos “bocadillos” que preparaba el mismo Pablo. Era otra época, un bolívar equivalía a 13 pesetas, y el salario que ganaba mi papá rendía al cambio lo suficiente para que una familia de 5 integrantes pudiera darse esos y otros gustos.

Pablo era un ser muy estimado y buscado por los estudiantes, que le consultaban de todo, y él los ayudaba: qué si les habían mandado a hacer un trabajo de historia…Entonces él les sugería bibliografía y les adelantaba como podría ser la cosa…Si el asunto era sobre periodismo, también les sugería libros e indicaciones, en fin, Pablo repartía generosamente sus conocimientos y su saber sin ningún tipo de cortapisas, siempre de buen humor, a veces con un gran habano entre sus manos, y soltando palabrotas que en su voz estentórea y extraño acento unido a su carisma arrollador no sonaban nada mal sino más bien hasta simpáticas.

 A Pablo le encantaba conversar con mi papá, y era algo mutuo, los dos se enfrascaban en unas discusiones filosóficas y a veces (a sotto voce…) sobre política, o historia, o gastronomía- algo que le apasionaba- entonces el experimentado cantinero, despachaba y regresaba a tomarse una cerveza en nuestra mesa, y si la conversación se ponía más intensa, entonces le encargaba a su ayudante la atención del negocio mientras él se tomaba las cervezas como un parroquiano más, conversando, lanzando palabrotas y unas carcajadas retumbantes, inolvidables para mí.

Mi hermana estaba pequeña y él entonces siempre buscaba algo para que ella se entretuviera, hablaba con mi mamá sobre cosas simples y generalidades pero siempre con una profundidad que descubría su enorme bagaje cultural…Yo sólo observaba, oía, reía con sus ocurrencias que eran muchas y me parecían geniales, me gustaba mucho un bocadillo que él preparaba con queso manchego y jamón serrano, pero él se extrañaba de que a mí me gustara la mostaza y el picante y de que yo no tomara cerveza, algo que en Venezuela no era (ni es bien visto, yo tenía 13 años!..).

 Entonces un día le dijo a mi papá: -hombre!, dejad que el chaval pruebe la cerveza- y sin esperar alguna respuesta le dijo a su ayudante:-traedme otra cerveza!...Así probé por primera vez la cerveza, y realmente no me supo muy bien, pero me pareció refrescante, se dejaba colar…Entonces sorpresivamente Pablo me espetó:-¿Sabéis porqué en Venezuela se celebra un Día de la Juventud?-

La pregunta me sorprendió, al principio no supe que decir, miré a mi papá, que me estaba mirando también y a mi mamá, entonces le dije:-Se celebra por el Día de la batalla de La Victoria…-


-¿De cuál victoria habláis? ¿Qué batalla fue esa?-preguntó Pablo mirándome fijamente entrecerrando los ojos…

Entonces le conté del terrible contexto del año 1.814, le hablé de la Guerra a Muerte, del famoso decreto, de Boves y su crueldad, de sus sanguinarios secuaces, de Bolívar, del heroico General José Félix Ribas, de los valles de Aragua, de la ciudad de La Victoria, y por último del sacrificio de los jóvenes estudiantes caraqueños, no solamente de los seminaristas como tradicionalmente se repite, hubo otros, hasta los de la escuela de música de Chacao, que se presentaron voluntariamente para luchar por la independencia de su país, le conté de las tres cargas sucesivas de la caballería realista en las estrechas calles de aquel pueblo semi-destruido, de la defensa del campanario, de las tres monturas que le mataron a Ribas, de los hermanos que se encontraron cuerpo a cuerpo en filas contrarias, de su arenga para la Historia y la providencial llegada de Campo Elías por el camino de San Mateo…Yo me tomé otra cerveza (fueron 2...) y él se tomó varias, al igual que mi papá, no me interrumpió para nada y me miró fijamente mientras yo le echaba toda esa larga historia…

Cuando terminé me dijo:-Hombre!, haz hecho tu deber!!...Quiero que cuando vengáis otra vez me contéis más sobre qué pasó con ese bravo General José Félix Ribas!, aahhh, y a ti no te cobro, tu padre puede pagar si quiere, pero lo tuyo corre por mi cuenta…

Volvimos muchas veces y Pablo se esmeraba en prepararme él mismo mi bocadillo y traerme una cerveza (sólo una…), siempre me pedía que le contara cosas de la historia de la guerra de la independencia y así fue hasta que llegó el momento de regresar a Venezuela.

Acudimos a la taberna para despedirnos, y allí nos reunimos con algunos vecinos y amigos, compartimos durante toda la noche y al final Pablo se negó a cobrarle a mi papá, nos dimos un fuerte abrazo y me dijo:-Sigue leyendo chaval!!, me harás falta!.

De regreso en Caracas, ya en nuestra casa y pasado el tiempo, una noche un canal de televisión transmitió “El Ciudadano Kane”, y mi papá me dijo:-¡Deberías ver esa película!, es una de las más importantes del cine mundial, su director y protagonista es uno de los más grandes del cine… y de los más cultos.

Así lo hice, y cuando la terminé de ver, no pude contener el llanto y le comenté a mi mamá:-¡Mamá Orson Welles es igualito a Pablo!, es decir, así ha debido lucir Pablo cuando era joven…


Y mi mamá, con una triste sonrisa me dijo:-Así era él!, hijo.

viernes, 19 de diciembre de 2014

El último Seretón por Gustavo Medina A.

16 de diciembre de 2014 a la(s) 11:20
Tío Chente o “Chentico” como le conocían en todo Coro, era un hombrón alto, ancho, con unas manos que parecían una mano de cambur cada una, moreno o más bien blanco pero quemado de tanto sol, dueño de una voz estentórea, que atronaba, profunda y gruesa, con registro de bajo…trabajador como el que más, acostumbrado desde pequeño a todas las faenas del campo, conocía todo sobre sembrar y cosechar café, maíz, caña, plátano… Sabía todo sobre la cría de cochinos, vacas, caballos, chivos; además era un experto peleador de garrote larense, jinete experto, dicen que tumbaba un burro de una pescozada y más de una vez se echaba un torete al lomo…

Pero toda esa fuerza arrolladora y ese tamañote impresionante habitaban un ser excepcionalmente cordial, jovial, lleno de ternura, porque tío Chente era dueño de un carácter bonachón, alegre, era muy difícil verlo bravo, aunque le molestaban en extremo las injusticias era de risa fácil, cuentero, decimista, y le gustaba bailar sobre todo los golpes larenses como el tamunangue o la llora.

Detrás de esa apariencia apacible se ocultaba también un auténtico guerrero, porque desde que cumplió los 12 años de edad, su padre el General José Vicente Medina, lo alistó en su “tropa” para que “fuera familiarizándose con el ruido de la metralla y el combate a machete”, un Medina “tenía que saber pelear, cuando fuera y como sea”. Su hermano paterno, el famoso guerrillero Eliodoro Chirinos, fue quién lo adiestró en el arte de la guerra: montar en bestia, cargar a machete, disparar mientras cabalgaba, el combate cuerpo a cuerpo…

Era un hombre curtido y entrenado para la guerra, aunque nunca peleó en ninguna…era la versión “morena” o más oscura de piel de su primo hermano Isaías, (el que fue presidente de la República), pero él era más alto, de nobles sentimientos y casi ingenuo en su trato hacia los demás, aparentaba ser un hombre sin malicia alguna…pero no era así, Chentico ocultaba un secreto, algo que unos pocos sabían, otros sospechaban, y muchos otros murmuraban pero no se atrevían a decirlo en voz alta: ¡él era un Seretón!.

Sí, algunos lo afirmaban y hasta juraban haberlo visto o reconocido cuando adoptaba la forma de un perro o un gato… Sabían que era él porque, por ejemplo, la forma como se le acercó a aquella muchacha que tanto le gustó y él a ella, pero que el papá no quería que se le acercara, entonces en la noche llegó como un perrito y entró hasta el solar de la casa y se quedó ahí y bueno…Así fue como la embarazó, pero nadie podía probarlo porque antes de amanecer, él se transformó en gato y se fue por los tejados…¿Quién lo iba a agarrar así?…Nadie, porque a los seretones nadie los puede agarrar…

¿Pero de donde aprendió Chentico eso de ser Seretón?...Dicen que de los indios que había en la sierra, cuando él todavía era un niño y le sirvió de “madrina” a un viejo chamán, que antes de morir le reveló todos sus secretos…Eso dicen…

Su “madrina” era Nereo, aunque casi nunca los vieron juntos, hay quienes aseguran que es Nereo el que le sirvió de “madrina”. Según se cuenta un Seretón es un duende o un amigo de los duendes de la montaña, al que éstos le han revelado el secreto para convertirse en cualquier animal del bosque, el Seretón debe tener una “madrina”, alguien de su absoluta confianza que comparte su secreto y lo acompaña al bosque en las noches de luna llena…

En lo más profundo del bosque, deben encontrar un claro, y allí el Seretón debe despojarse de todo ropaje o prenda, doblar bien la ropa y dejarla sobre el calzado, pisada por una piedra, la madrina es responsable de cuidar que nadie mueva de lugar o agarre la ropa, mientras el Seretón se interna en lo profundo del bosque…Entonces ocurre lo que nadie ha podido ver pero todos saben: ¡se convierte en cualquier animal!, el más apropiado por tamaño, forma, rapidez o complexión para la misión que va a realizar el Seretón…

Si lo que le interesa es enterarse de lo que se trama en una casa vecina, entonces puede convertirse en murciélago y acercarse a las ventanas para oír y ver lo que se está tramando, pero si lo que quiere es visitar a una novia cuyo padre la tiene vigiladísima, entonces tal vez adopte la forma de un gato y penetre hasta el cuarto de su amada, en donde vuelve a adoptar su forma humana para entregarse a la fogosidad del amor carnal para luego retomar su forma felina y huir convenientemente antes del amanecer. Pero también se sabe que el Seretón puede transformarse en una lechuza o un caballo y así recorrer en poco tiempo todo Coro, para oír y ver lo que pasa en la noche; también puede ir a los caseríos cercanos y ayudar a otros vecinos a resolver problemas, por ejemplo, por algún malentendido sobre una delimitación de cercas o algún chisme mal intencionado.

Muchas eran las actividades que realizaba un Seretón para su provecho y para los demás, aunque se dice que un Seretón nunca podía usar su poder para enriquecerse o enriquecer a su familia, pero a cambio si podía utilizarlo para enamorar a cualquier mujer que le gustase, cosa que al parecer “Chentico” no paso por alto, ya que conocidos tuvo 68 hijos, y cada año que pasa la cuenta sube…

Si durante la noche de luna llena en que el Seretón se interna en lo profundo del bosque y se transforma en cualquier animal, alguien o algo mueve la ropa, o la toca o la cambia de sitio, entonces el Seretón es condenado por los duendes de la montaña a quedarse para siempre con la forma animal que adoptó. Por eso es tan importante el rol de la madrina y por eso debe ser alguien de absoluta confianza, no puede descuidarse en toda la noche ni quitarle el ojo de encima al montoncito de ropa doblada y pisada con una piedra o su Seretón quedará para siempre como un animal y no volverán a saber de él.

 Chente decía que en Coro había un burro que era “Fulanito de Tal”…Un viejo vecino de Coro, que era Seretón también, pero que por un descuido de su madrina, se quedó con forma de burro… Para reforzar su afirmación alegaba diversas razones que justificaban su creencia: el burro apareció en Coro el día siguiente que “Fulanito de Tal” desapareció, y pasados los meses, nadie reclamó el jumento…Según él eso no era casualidad, pero lo más asombroso es que el burro amaneció ese fatídico día en la puerta de la casa de “Fulanito de Tal” y cada vez que la acongojada viuda aparecía en la puerta, el pobre jumento se lamentaba dolorosamente rebuznando; si ella salía de la casa, el burro la seguía a donde fuera…¡Eso probaba que el burro era “Fulanito de Tal”!. Pero lo más increíble es que quién se murmuraba que era la madrina de ese Seretón, fue hallado muerto una noche pateado en la cabeza por una bestia…¡Obviamente, el burro!

Nereo le sirvió fielmente a Chente como  su madrina por muchos años, hasta que enfermó y murió, entonces Chente no pudo volver a sus andadas de Seretón, sin su fiel madrina y ya envejecido era muy riesgoso adentrarse en lo profundo del bosque, pero además había una razón de mucho mayor peso: comenzaban los movimientos guerrilleros en la sierra y ya no había seguridad para nadie en el bosque, ¡ni para los campesinos, ni para los duendes, los guerrilleros o los seretones!

Se dice que los duendes de la montaña conceden esa gracia a alguna persona amiga que demuestre ser digno de la confianza de ellos, alguien que respete la naturaleza y los cauces de agua donde ellos habitan. Además debe ser de nobles sentimientos y ayudar a sus vecinos. Un Seretón debe ser incapaz de maltratar a un animal o contaminar una quebrada. Así fue como algunos indios afortunados lograron que los duendes de la montaña los ayudaran a ser seretones, y sin duda alguna Chente Medina reunía todos los atributos para ser el mejor y último Seretón.

Cuento de Navidad venezolano Gustavo Medina A.

11 de diciembre de 2014 a la(s) 21:09
 Hubo un tiempo en Venezuela en que la costumbre cristiana de dar obsequios en navidad no era a través de la figura de Santa Claus, San Nicolás o Papá Noel- figuras hermosas y nobles, pero ajenas a nuestra geografía e identidad - o incluso el más increíble pero adorado Niño Jesús…

Desde los tiempos de la colonia hasta los años del terror gomecista, los obsequios familiares y especialmente de los niños, los traían los Reyes Magos, personajes más cercanos a nuestra tradición judeo-cristiana de herencia hispánica: Melchor, Gaspar y Baltasar; y la historia que siempre nos contaban los mayores sobre Artabán, el cuarto Rey Mago, que por ayudar a cuántos se topó en el camino se extravió, y cuando por fin llegó a encontrarse con Jesús era el día de su crucifixión y el de su propio fin en esta tierra, teniendo el honor y el privilegio de ser consolado y perdonado por Jesús antes de expirar.

En esos años, casi al final de la tiranía gomecista, en el pueblo de Puerto Cumarebo, en el municipio Zamora, del hoy estado Falcón, existía una escuela federal graduada-  como se denominaba a las que llevaban a los alumnos hasta 6º grado de primaria y que dependían del Ministerio de Educación de entonces- llamada “Padre Román” y liderada por un insigne maestro, el profesor Manuel Vicente Cuervo, “Chento” en el argot popular, pedagogo, investigador, curioso y apasionado lector, uno de los más ilustres maestros de nuestro siglo 20, de recio carácter, orgulloso formador de generaciones.

Los niños y jóvenes acudían presurosos, entusiasmados a la vieja casona donde funcionaba la escuela, el viejo patriarca, grande, de voz potente y clara, infundía respeto y a la vez admiración entre la muchachada. Había un grupo de los ya mayorcitos, que era referente para los otros niños del pueblo, destacados alumnos todos, y el maestro Chento no dejaba escapar oportunidad para difundirlo y hacerlo saber…

Pero en ese entonces la educación no era una prioridad para la gran mayoría de las personas, que incluso veían la escuela como una pérdida de tiempo, azorados como estaban por la pobreza, lo fundamental era que los niños crecieran rápido para que trabajaran y ayudaran en la casa…esa era la mentalidad imperante y ante la cual el maestro Chento  debía enfrentarse duramente todos los días.

Entre esos alumnos aventajados, había uno, al cual el maestro Chento le tenía especial cariño y brindaba su atención; un niño flaquito, inquieto, enérgico, que era criado por su abuela materna, había perdido a su madre a los 4 años, y su padre se había ido lejos, dejando al niño con la abuela.

Ese niño y su abuela vivían en una choza alquilada y hacían maromas para sobrevivir: mientras la abuela elaboraba arepitas dulces y empanadas, conservas de coco o dulce de leche; el niño iba en las noches a los bares y burdeles del puerto a venderle a los clientes, iba los fines de semana a cortar y cargar leña a los campos cercanos para luego venderla en el puerto, durante el día- cuando no estaba en la escuela - hacía mandados en el pueblo a los comerciantes de la calle Real, hoy calle Bolívar. Pero en ese entonces Puerto Cumarebo era una localidad pequeña en donde circulaba mucho dinero pero éste se detenía en pocas manos… pagar el mísero alquiler, comprar comida o ropa era una tarea titánica para un niño de 12 años y su abuela enferma…

Un día en plena época navideña, el niño no se apareció más por la escuela, era un jovencito de 12 años que cursaba el primer grado, despierto, aplicado, curioso, con muchas ganas de aprender, y al maestro le extrañó no verlo más…a diferencia de los otros niños que tenían familia y casa conocida, él era el primero de su familia que asistía a la escuela, y casi nadie sabía dónde vivía…el maestro lo buscó por varios días, sin dar con él o la abuela…Tampoco lo pudo ubicar visitando los bares, recorriendo el muelle y hasta los mismos burdeles…nadie sabía explicar que le pasó, ¿porqué si le iba tan bien en la escuela, había abandonado repentinamente todo?..Era un misterio…

Por fin uno de los compañeritos de la escuela, que vivía en la calle Real, estaba jugando en las afueras del pueblo, vio al niño, y habló con él:

 - Oye ¿porqué no has ido más a la escuela?, ¿qué te pasó?-

Entonces el niño apenado,le confesó a su amiguito: - Es que mi abuela y yo tuvimos que abandonar la choza en la que estábamos viviendo, porque no teníamos dinero y debíamos tres meses de alquiler y además, buscando leña se me rompió mi pantalón y no tengo alpargatas, así no puedo ir a la escuela…

Ese mismo día el compañero de la escuela, mientras cenaba con su familia, le contó a su padre lo que pasaba con el niño que el maestro estaba buscando desde hacía varios días, le dijo lo que habló con él y que al día siguiente le diría al maestro lo que pasaba…el padre le dijo al niño:

-Quiero que mañana, me lleves a buscar a ese niño, antes de ir a la escuela-

-¿Para qué papá?-contestó el jovencito sorprendido- mañana es el último día de clases de diciembre…yo no quiero faltar…

-Y no faltarás -contestó el padre sonriendo.

Temprano en la mañana del día siguiente el joven llevó a su padre hasta el sitio que llamaban El Solitario,una lejana loma, era en ese entonces el lugar más apartado del pueblo, una trocha polvorienta en donde habían unas pocas chozas miserables, techo de paja,paredes de bahareque, piso de tierra, ventanas abiertas y una destartalada puerta…preguntaron a un vecino y ubicaron la choza donde la vieja abuela estaba con su nieto…

-Buenos días, señora- dijo el padre que venía acompañando al hijo…

-Buenos días, ¿qué se le ofrece?- contestó la abuela, sorprendida por la aparición de ese caballero bien vestido y de su hijo, a quienes todos conocían en el pueblo porque era de una de las familias con más dinero y de las más respetadas en Puerto Cumarebo.

-Vine porque mi hijo me comentó que su nieto no ha ido más a la escuela-

-¿Y qué tiene usted que ver con eso?- le preguntó la anciana al señor encorbatado…

-Que mi hijo me ha explicado por qué su nieto no ha asistido más a la escuela y me ha dicho que es el mejor alumno del maestro Chento y que es un buen muchacho-

-Es verdad- comentó la abuela -mi nieto es muy aplicado y bueno, y está triste porque no ha podido ir más…

-Yo vine por eso mismo- la atajó el padre del compañerito - traje esto - y enseguida le entregó un paquete que traía bajo el brazo - y quiero entregárselo en nombre de mi familia e invitarlos a usted y a su nieto para que vengan a nuestra casa para la cena de Nochebuena-

La abuela recibió el paquete agradecida, y al abrirlo descubrió un par de pantaloncitos de drill, nuevos, perfectamente doblados, uno sobre el otro, encima de estos dos camisas igualmente nuevas y dobladas, y rematando un par de alpargatas nuevas…su ojos se iluminaron y se llenaron de lágrimas de agradecimiento..Llamó al nieto, lo hizo vestirse y le indicó que se fuera a su escuela con su amiguito y su papá. Los tres bajaron la trocha, felices,especialmente el niño que iba con su camisa, su pantalón y alpargatas nuevas…

Desde ese día el niño nunca más faltó a su escuela, por más difícil que fuera su situación, hizo muchos amigos entrañables y se convirtió en el hijo que nunca tuvo el maestro Chento, siguió su ejemplo y se convirtió en un extraordinario maestro,iniciándose como alfabetizador primero y luego como maestro rural, después fue maestro de aula, se hizo poeta, escribió hermosas crónicas, publicó muchos artículos en diarios y revistas, luego fue director de escuela, Supervisor estatal, Supervisor nacional, maestro normalista egresado de la primera promoción de la Escuela Normal Miguel Antonio Caro, Licenciado en Educación de la primera promoción en la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela, Docente en la Escuela de Educación de la Universidad Central de Venezuela durante más de 25 años, Profesor Instructor en la Academia Militar y docente en varios planteles privados de mucho prestigio, participó como asesor en la creación de los estudios humanísticos en la Universidad Simón Bolívar, también en la creación de la Universidad Católica Andrés Bello…Pero sobre todo, tuvo una hermosa familia a la que amó tanto como amaba la Navidad!

Mi Amigo Catire

29 de marzo de 2014 a la(s) 1:25
Mi Amigo Catire



A mis amigos: Kike, Parcho, Adolfo, Gerardo... 



Gustavo Medina Aguillón



En el año 1971, tenía yo 11 años de edad, acababa de pasar la euforia de la Copa del Mundo México 70, donde Brasil (el de Pelé, Jairzinho, Riverihno, Tostao, Gerson, Clodoaldo y demás deslumbrantes compañeros) obtuvo su tercera Copa Mundial; un amigo entrañable de la casa (César Mijares) me había obsequiado un precioso balón de fútbol como regalo de navidad y yo entusiasmado bajé como casi a diario, al parquecito frente al edificio donde vivíamos a jugar con alguno de mis amigos a “matar fiebre”, pero no encontré a nadie, era cercana ya la Semana Santa y mucha gente de la urbanización adelantaba su salida de la capital huyendo del bullicio de la ciudad.



Me puse a driblear el balón yo sólo, de extremo a extremo del pequeño parque hasta que aparecieron otros cinco niños, tres como yo, uno como de unos 14 años y una niña pequeña, me preguntaron si quería jugar con ellos y yo por supuesto asentí. Comenzamos a jugar una partida demarcando las porterías a ambos extremos del parquecito y así estuvimos por un buen rato jugando.



Pasada una o dos horas, los chamos se despidieron y se dirigieron hacia la puerta del parque, pero el más grande de ellos llevaba el balón en sus manos y entonces le dije: “chamo, dame mi balón”, a lo que él respondió: “¿Cuál balón? Este me lo llevo yo…” en ese momento los otros niños se agruparon en torno a él, como advirtiéndome que no insistiera y fue entonces cuando lo vimos…debajo de uno de los bancos de concreto, estaba echado un perro grande, color entre amarillo y ocre con el hocico negro, salió como una tromba de su escondite y se abalanzó furioso contra el muchacho que tenía el balón, éste asustado se montó en la rueda del parque, donde ya se habían montado los otros niños aterrorizados y casi llorando me gritó: ”chamo, agarra tu perro, toma el balón, pero dile que no nos muerda”…fue algo automático, yo le dije al perro: “Catire!, ven acá!, quieto!..” y así fue, volteó hacia mí, agachó la cabeza y agitaba la cola mientras se me acercaba como si fuera mi mascota, mi amigo de toda la vida!...demás está decir que los niños salieron corriendo del parque y de lejos el más grande me gritó: “chamo, dile que no nos muerda, ya nos vamos…” así conocí a Catire, como lo bauticé tan improvisadamente, fue mi amigo inseparable, compañero de juegos y excursiones.



Lo quise llevar a mi casa, pero mi papá se opuso rotundamente, según las ordenanzas, no se podía tener perros en los apartamentos…de nada valió que le alegara que había decenas de personas que tenían perros en sus apartamentos y que incluso había personas que tenían más de uno en sus casas. Así que Catire se quedó en el jardín del edificio, allí dormía y le llevaba agua y comida. Pronto mis otros amigos del edificio comenzaron a cuidarlo también y él jugaba con nosotros y nos  cuidaba.



Jugábamos a policías y ladrones y él era parte del juego, capturaba a los ladrones, porque era lo que más le gustaba, nos protegía de los muchachos más grandes que pretendían abusar de su fuerza o tamaño. Gerardo Montemarani, Kike Milano, Adolfo Mota, Hugo Quintero, Eliseo Hernández, “Parcho” (Rafael García Pichardo), Elías Grau, Fradique Montes, y muchos otros vecinos de los edificios Panamá, Paraguay, Venezuela, Bolivia, de la urbanización Las Américas, de San Martín, nos turnábamos para cuidarlo, lo llevamos a la Asociación Protectora de Animales a vacunarlo y llevábamos sus controles.



Catire seguramente fue un perro abandonado, ya sabía muchas cosas que nosotros fuimos descubriendo asombrados: si le lanzábamos cualquier objeto o pelota, corría a buscarlo y lo entregaba, sin maltratarlo, todas las mañanas cuando salía a la escuela, él estaba sentado en la planta baja, esperándome, me escoltaba hasta la puerta y se quedaba viéndome hasta que desaparecía de su vista. Al salir de clases, al mediodía, ahí estaba Catire, sentado en la puerta batiendo su cola, esperándome para ir a la casa y yo apenas llegaba, me cambiaba la ropa y bajaba después de almorzar, a jugar con él y mis otros amigos.



Pero hubo una ocasión en que Catire nos dejó a todos boquiabiertos…en la urbanización de cuatro bloques de tres edificios cada uno, existía un módulo policial, donde en ese tiempo había unos funcionarios de la Metropolitana que hacían su ronda regularmente a pie, estaba en el extremo oeste, adosado a la escuela Luis Padrino, que tiene una larga pared perimetral. Un día en la tarde, jugando en el jardín del edificio, oímos unos gritos desesperados de auxilio de una mujer a la que un ratero le estaba arrebatando su cartera…Catire salió corriendo a toda velocidad y nosotros detrás de él, encontramos a la mujer rodeada por varios vecinos que bajaron a socorrerla, el policía que venía cerca y vio lo acontecido, siguió de largo en persecución del delincuente, pero Catire corrió desesperadamente en sentido contrario… nosotros emprendimos la carrera detrás de Catire, y cuando estábamos terminando de rodear la escuela… vimos al delincuente con el bolso en la mano que corría directamente hacia nosotros y al policía que lo seguía como a 100 metros de distancia, entonces Catire se adelantó y se le fue encima al ratero, lo tiró al piso y lo inmovilizó, amenazando con morderle la garganta, el hombre estaba aterrado cuando llegó el policía y sólo entonces Catire se retiró y vino a mí, batiendo la cola y agachando la cabeza, todos lo acariciamos y celebrábamos a nuestro héroe canino, el agente de la Metropolitana nos dijo: “¿De quién es ese perro?” y nosotros respondimos que era de todos nosotros los del Panamá, entonces nos dijo que nunca había visto a un perro hacer lo que hizo Catire, que decidió correr para cortarle el camino al delincuente por el único sitio donde hubiera podido escapar, sino hubiera intervenido Catire, tal vez el ladrón se hubiera escapado, puesto que le llevaba más de 100 metros de ventaja al policía y éste era un señor mayor, a punto de jubilación y el otro era mucho más joven, como de unos 25 años de edad…



Acompañamos al policía-que luego de encerrar al delincuente-se dirigió a entregar el bolso a su dueña, y cuando le explicó a la señora lo que hizo Catire, la señora insistió en comprar comida para él, como una manera de compensar el rescate de su bolso.



Diariamente, cuando yo iba a salir de la urbanización para comprar algo en la panadería o en el supermercado más cercano, Catire me seguía hasta la avenida, entonces yo le decía: “Catire, vete para la casa!, no vengas para acá” y él se daba la media vuelta y corría de vuelta al edificio, y allí me esperaba. Pero Catire, jugaba con todos, y nos obedecía a todos los niños, no así con las personas mayores, excepto a mi papá… cuando se acercaba la hora de él llegar a la casa, Catire corría al estacionamiento y esperaba sentado pacientemente a que apareciera el carro de mi papá y luego de saludarlo con efusivos saltos, y agitando su cola, caminaba con él hasta la entrada del edificio.



 Pero Catire, que tenía una enorme paciencia y mansedumbre con nosotros los niños, no era igual con los adultos mayores, me imagino que alguien con esa característica lo maltrató o dejó en él un mal recuerdo que brotaba cada vez con mayor frecuencia cuando alguien anciano se acercaba a nosotros o a donde él estaba.



 Un día un vecino, un anciano al que no le gustaba la idea de que Catire estuviera en el jardín del edificio, amenazó con envenenar al perro. La animadversión era mutua, Catire no podía ver al señor porque se enfurecía y era difícil controlarlo, quería morderlo, se abalanzaba contra él apenas aparecía en la distancia, mi mamá decía que eso era porque seguramente el perro presentía los malos deseos del señor o que éste le había hecho alguna maldad a Catire.



Todos nos preocupamos, vivíamos pendientes de estar todo el tiempo con él, vigilando lo que comía o bebía. Entonces apareció el policía, el agente de la Metropolitana que ya conocíamos porque lo veíamos todos los días haciendo su ronda, fue a buscarnos al edificio, ya le iban a dar su jubilación y como tenía una casa con terreno en el Junquito, quería ofrecernos adoptar a Catire, cuidarlo, se comprometió a no permitir que nadie lo maltratara y ofrecerle el amor de su familia…yo lloré mucho, pero pensé que era lo mejor para Catire, todos estuvimos de acuerdo y a los pocos días, el agente vino a buscarlo una mañana junto a uno de sus hijos… frente al edificio Chile, estacionó una camioneta pick up en la que se llevarían a Catire, los vecinos del edificio observaban extrañados la pequeña congregación de niños que se despedían de su amigo canino, éramos unos 10 0 12 niños que acudimos a la despedida más alegres que tristes, porque sabíamos que le salvábamos la vida a nuestro querido amigo y que por fin tendría el hogar que se merecía. Catire fue uno de nuestros más entrañables amigos, compañero de horas de disfrutar jugando y soñando. Mucho del amor que siento por los perros se lo debo a mi amigo Catire.



Caracas, 28 de marzo de 2014.

Obstinada dignidad

14 de mayo de 2013 a la(s) 21:15
El actual conflicto universitario es un momento-me atrevo a calificar-culminante de un proceso de acorralamiento, de cerco feroz y despiadado a la universidad venezolana, pero sobre todo a nuestra UCV. Desde los hechos nefastos protagonizados por el grupo que se hace llamar M-28 que destrozó y tomó la sede del rectorado por varios días, pasando por la "re-conducción" presupuestaria, las sentencias del TSJ, los ataques violentos con niples, la presencia de motorizados armados, y la total indiferencia de los miembros del gabinete ministerial y diputados ex-ucevistas ante la destrucción evidente de su infraestructura patrimonial, la UCV ha sido presa indefensa en la que se han cebado los que pretenden acallar las voces disidentes, críticas a lo que algunos denominan grandilocuentemente como "el proceso".No hay que hacerse ilusiones, en todas las acciones y omisiones que el gobierno ha emprendido, está implícito un mensaje: el que la universidad debe arrodillarse y sacrificar su autonomía evitando las críticas a la gestión gubernamental y siendo sumisa a las pretensiones demagógicas de quienés detentan el poder político en el país. Hoy, ese poder está cada vez más cuestionado, quienés pretenden una academia genuflexa olvidan o quieren hacer olvidar que la universidad venezolana y particularmente la UCV, ha estado siempre enfrentada al poder, es lógico, una institución dónde prevalece la libre discusión de ideas, la contrastación de éstas con la realidad, el riguroso estudio científico, dónde se estudian todas las corrientes del pensamiento, no puede ser sometida sino es por la fuerza extrema, algo a lo que no se atrevieron ni Juan Vicente Gómez, ni Marcos Pérez Jiménez, pero este gobierno descubrió o creyó descubrir, que asfixiando presupuestariamente a la universidad, con la complicidad del TSJ, puede someterla...nada más alejado de la realidad, los venezolanos amamos nuestras universidades, en especial a la UCV, durante 200 años y pico, ha sido una vía de movilidad social incuestionable, tal vez la prueba más fehaciente es la cantidad de personeros del gobierno que son ex-ucevistas.Yo soy estudiante, padre de familia y trabajador, mi padre provenía del más bajo estrato social, sin embargo, fué maestro normalista, logró ingresar a la UCV en la época de la dictadura de Marcos Pérez Jimenez, siendo uno de sus presos y luego de caída la dictadura continuó sus estudios, se graduó, hizo parte de la primera promoción de egresados en Educación y luego profesor por casi 30 años, único sostén de hogar, con su sueldo pudo mantener una familia de 5 integrantes y vivir más o menos confortablemente... ¿porqué hago esta disgresión personal?, bueno, porque soy ucevista desde que era un niño y mi padre me traía a la universidad, conocí y compartí con sus compañeros de trabajo, todos de origen humilde como él, ninguno era un "burgués" un "oligarca" como enfatizaba el comandante ausente, todos tenían una mística especial, un amor incondicional hacia "su" universidad y su trabajo en ella, a ninguno se le hubiera pasado por la cabeza atentar contra su autonomía o violentarla de alguna manera, por eso digo que los funcionarios de gobierno son ex-ucevistas, no entendieron nunca lo que es para los venezolanos la UCV!, Venezuela ama a sus universidades y con especial respeto a la UCV, la unión de todos los gremios y sus estudiantes está guiada por la razón, por la justicia social que tanto pregona el gobierno, los venezolanos no dejarán sóla a su universidad, viene una lucha que puede ser larga, de resistencia por un lado, de desgaste por el otro, esperemos con fe y esperanza que prevalezca la obstinada conducta digna de los universitarios.

Glosa: Exaltación a la Candelaria (por los estudiantes venezolanos)

20 de marzo de 2014 a la(s) 12:03
  En 1989, mi papá, Ramón Daniel Medina, publicó una glosa, basada en unos versos del Mariscal Falcón, una glosa escrita por él-ateo confeso- a la Virgen de la Candelaria, la patrona de Puerto Cumarebo, en el municipio Zamora del estado Falcón (su terruño, como le gustaba decir), hoy 20 de febrero de 2014, nuevo aniversario de la significativa fecha, quiero compartirla y dedicarla a los estudiantes de su amada Universidad Central de Venezuela, convencido de que si hoy estuviese entre nosotros, él, que siempre fue de izquierda, no avalaría los desmanes de este desgobierno en contra de nuestra alma mater...


Salió la tropa coriana
con rumbo a la cordillera.
Virgen Santa y Soberana!
Que ninguno de ellos muera.

Desde el infierno solar
de veraniegos rigores,
de lágrimas y sudores,
de soles de achicharrar,
de salinas de aguantar 
soledumbre y resolanas,
de unas ardidas sabanas 
donde vivir es pelear,
de siglos de batallar
SALIÓ LA TROPA CORIANA.

A defender con valor
el gentilicio coriano,
a sembrar en lar lejano
apellidos y honor,
a domeñar, alta flor, 
el reino de la quimera,
frenética ventolera 
hacia las cumbres subió
rastreando el alba salió
CON RUMBO A LA CORDILLERA.

Ni crueldad ni deshonor
le enturbien nunca el coraje, 
a vengar vaya el ultraje
con coraje y con honor.
Ninguna espada tirana
resulte de su furor, consérvales tú, señor,
la levadura coriana.
Protégelos con tu amor
VIRGEN SANTA Y SOBERANA.

Y la reseca llanura 
rezuma piedad y amor.
La sierra es bronco clamor
de la más honda tristura, 
Coro es un hondo dolor,
Paraguaná desespera
y Cumarebo reitera
frente a su mar arbolaria:
Virgen de la Candelaria!
QUE NINGUNO DE ELLOS MUERA.

Ramón Daniel Medina, 1989.

La Colina de El Calvario

18 de octubre de 2012 a la(s) 17:07
La Colina de El Calvario

por: Gustavo Medina Aguillón

Caracas tiene lugares cargados de historia que, a pesar de la anarquía de su crecimiento urbano y del desconocimiento o desprecio que sus gobernantes han demostrado hacia ella, perduran en su geografía cada vez más maltratada. Uno de ellos, emblemático por su significado histórico y en mi opinión de los más bellos, es la colina de El Calvario o parque del mismo nombre.
Ubicado al oeste de lo que fue la cuadrícula fundamental, vigilando el viejo camino que conectaba la ciudad con el litoral y apuntando hacia lo que eran tierras de los bravos Toromaimas ( la actual Catia), desde su cima podía verse completamente la antigua empalizada de la incipiente ciudad que luego sería Santiago de León de Caracas.
Desde allí, los bravos caciques de los pueblos aledaños, quienes habían creado una confederación que agrupaba a más de 20 mil guerreros, Caracas, Toromaimas, Mariches, Tarmas, Teques, Quiriquires, entre muchos otros, vigilaban los movimientos de los conquistadores; pero Diego de Losada, como militar de formación, también comprendió el valor estratégico de esa colina y en los días anteriores a la famosa batalla de Maracapana, tendió una celada a los caciques; haciéndoles creer que haría con ellos una negociación de paz, capturó a más de 60 caciques y ordenó sembrar en la cima de la colina estacas de más de 4 metros de alto, y luego empaló a los caciques para que estos sirvieran como efecto disuasivo a los otros indígenas.
Hubo muchos caciques, como Naiguatá, jefe de los indios Tarmas, o Chacao y Tiuna, que no creyeron en las palabras de Losada, y vieron y escucharon a lo lejos, los alaridos de dolor de los agonizantes torturados, cuyos cadáveres fueron dejados así, a la intemperie para provocar pánico entre los indígenas que no acostumbraban esas prácticas.
Losada estaba en una posición desesperada, no había en la naciente ciudad, más de trescientos hombres capaces de empuñar un arma y sólo había un centenar de caballos. Contaba con el apoyo de los llamados Yanaconas (aproximadamente 14 mil; indios serviles) pero no confiaba en ellos, temía que en algún momento lo traicionaran y se unieran a la confederación.
Los indios habían logrado reunir una considerable fuerza y se reunieron en las orillas de la laguna de Catia (Maracapana, lugar de las maracas) y estaban dispuestos a vengar a sus mártires y echar de sus tierras a los invasores españoles.
Los indígenas deliberaron durante tres largos días. Esperaban la llegada de Guaicaipuro, a quién habían nombrado jefe de la confederación, éste venía con una columna de unos 2 mil indios Tarmas y Teques, pero tardaron mucho en llegar porque hacía mal tiempo.
Mientras tanto, los habitantes de la ciudad estaban sin dormir, escuchando a lo lejos los tambores y los alaridos de los centenares, miles de indios concentrados en Maracapana, bailando y entonando sus cantos de guerra; establecieron guardias que vigilaban la fortificada empalizada, cavaron fosos, distribuyeron armas y municiones, prepararon los caballos y mandaron un mensajero a pedir refuerzos al Tocuyo (…a más de una semana de camino).
Al segundo día, uno de los centinelas divisó a un jinete que se acercaba veloz hacia la ciudad y entonces se ordenó abrirle las puertas, pero ya dentro de la empalizada confirmaron con horror que era el mensajero muerto, amarrado a la cabalgadura. Había sufrido terribles torturas, le sacaron los ojos y le habían cortado la lengua.
Al ver que los pobladores comenzaban a caer en pánico y que los indios, distantes un kilómetro y medio aproximadamente, no se decidían a atacar, Losada optó por una medida desesperada y audaz, salió a su encuentro junto a unos ochenta jinetes, lanza en ristre y los arcabuces y pistolas cargados, llevaban varios perros de presa a los que no se les había dado alimento en varios días. Tomaron el camino de El Guarataro, rodearon El Calvario por su parte sur y entraron a Maracapana por su orilla oeste, (se cree que los españoles avanzaron por el abra donde hoy se ubica la avenida Morán, subiendo de San Martín hacia la Silsa…).
Los indios miraron sorprendidos aquel avance, no habían detectado el movimiento de aquel ataque y sólo les quedó atacar de una vez, sin mayor orden, sin jefatura, se lanzaron contra aquellos jinetes para morir pisoteados por los caballos o atravesados por las lanzas de hierro. La matanza fue terrible, los perros desmembraban brazos y piernas en su arremetida furiosa, los jinetes degollaban con sus espadas a los que iniciaban la desbandada, remataban a los heridos con sus pistolas, según Garci González Da Silva dieron muerte a más de mil indios y los españoles perdieron 20 hombres.
Pasado el tiempo, la colina de El Calvario se convirtió en lugar de peregrinación durante la celebración de la Semana Mayor, pero volvió a ser sitio de importancia capital para nuestra ciudad, cuando en los días terribles de la guerra de independencia, en sus alturas el General Francisco Bermúdez, como parte de la estrategia concebida por el Libertador, llevó a cabo las maniobras de lo que se conoce como La Diversión de Oriente, y así evitar la unión de los ejércitos realistas de Oriente y Occidente.
Entre los meses de abril y mayo de 1.821, se libraron diversos combates y escaramuzas en El Calvario, como parte de esta estrategia, que exitosamente permitió a El Libertador concentrar todas las fuerzas de su ejército en Taguanes, mientras que mantuvo divididas las fuerzas realistas a la vez que éstas no percibieron la maniobra de los patriotas. Estas acciones fueron claves para la victoria de los patriotas en la batalla de Carabobo el 24 de junio de 1.821, y promovieron a Francisco Bermúdez al rango de General en Jefe.
Cuarenta años más tarde, durante la Guerra Federal, en las alturas de El Calvario acampó el ejército “Godo”, como se les decía a las fuerzas centralistas que defendían el gobierno del General José Antonio Páez, al mando del General León de Febres Cordero. De allí partieron rumbo a la batalla de Coplé, en el estado Guárico, donde asestaron una tremenda derrota a las fuerzas federalistas comandadas por el General Juan Crisóstomo Falcón.
El Calvario fue escenario de numerosos enfrentamientos y escaramuzas durante esos convulsionados años entre el final de la guerra federal y la revolución Libertadora de 1.901.
El General Antonio Guzmán Blanco, quién tenía una gran afición por la ciudad de París, y siempre que no estaba allá, la añoraba, consciente tal vez de la importancia histórica de la colina de El Calvario, decidió crear en sus predios un parque para el deleite de los caraqueños que recordara el Montmartre parisino. Diseñado por paisajistas franceses traídos especialmente para ello, fue una buena obra inaugurada en 1.883, que la ciudad agradecida ha sabido conservar y espero que siempre los caraqueños la visitemos, la cuidemos y le enseñemos a nuestros hijos a valorarla, porque ella es parte del más profundo acervo histórico de los hijos de Caracas.